domingo, 8 de junio de 2014

10 horas en Sao Paulo

Este post no tiene mucho que ver con Alemania ni con Perú, o tal vez sí. Es inevitable comparar realidades, imbuida en este lugar increíble y exhuberante, una especie de país de las maravillas lleno de situaciones imposibles (para los alemanes, quizá no para los peruanos) y Sao Paulo es un collage de todas ellas...
10 am. Se me ocurrió venir un día de lluvia intensa, de huelga del metro y de la policía de tránsito, por lo que entrar en esta ciudad de 21 millones de almas (!) era una aventura de lo mas trepidante; el día anterior se registraron 209km de retenciones (eso es como una semana de atasco en cualquier otro país), yo venia de la vecina Campinas, a solo una hora de distancia, pero pase otra horita en la marginal Tieté, la "circunvalación" paulista, famosa por su trafico infernal de camiones, trailers, buses, autos en sus 14 carriles que son de sentido único a cada lado del río. Bueno, asumí, todo es cultura, incluso esta catástrofe vial aumentada por las huelgas y las copas mundiales de fútbol.
En la terminal de buses Tieté pregunto como llegar al museo de arte (MASP), me indican que ante la falta de metro tengo que tomar bus, una de las tropecientas lineas que pasan por la puerta de la terminal. Al salir el panorama no puede ser mas desolador: una especie de avenida Abancay con lluvia selvática, en el paradero una multitud apretujada bajo un pequeño cobertizo de 3 x 2, desafiando la ley de la materia y el espacio, lo mismo que los buses, camiones, camionetas y autos que intentaban avanzar hacia el centro de la ciudad, aunque sin éxito alguno, la masa no conseguía moverse a pesar de los pitidos de los claxon y de alguna patrulla que intentaba cual perro pastor lidiar con aquel rebaño infinito. Vendedores ambulantes, carretillas, peatones apurados con multicolores paraguas dispuestos a sacarte el ojo, y seguro que también pirañitas y carteristas, todos en su rol dentro de este pandemonio perfecto... renuncié al bus, salí por pies siguiendo a la gente, compré un paraguas y crucé el puente del río Tieté, iría a pie hasta donde puediese tomar un metro.
11am. Después de caminar unas 12 cuadras por un barrio tipo Breña -sin duda avanzando mas rápido que la cola de carros- llegue a la estación de la Luz, parada de trenes con una torre que parece de iglesia, por fin allí conseguí subir no, bajar al bonito y moderno metro de SP, uno de los submundos paulistas, ya fuera de la hora punta, pude hasta sentarme y llegar al museo en apenas 15 minutos :)
El MASP tiene como atractivo adicional a su buena colección pictórica (desde el s. XIII hasta las ultima locuras del siglo pasado), una arquitectura llamativa pues parece una caja en el aire, apenas sostenida por sendos arcos rojos, totalmente a juego con todos los demás edificios extravagantes de la avenida Paulista, la "Quinta Avenida" Latinoamericana, que es también el corazón de la ciudad y la billetera de Brasil.
1pm.  Después del museo salí a jironear por la mentada vía, la lluvia había aumentado, mis zapatos iban medio inundados, en medio de la turba alguien intentaba venderme un libro de poemas, otros una suscripción para save the children, save the whales, save the forest, no a la copa, etc. intentaron convetirme al budismo y también a la iglesia 'Dios es amor', mientras el vacío estomacal me empujaba hacia los food court de los centros comerciales, pero ¡imposible entrar! toda la clase trabajadora y dirigente se encontraba en lunch break; miles de hombres y mujeres trajeados, camareros ajetreados, unos perfumados y otros sudorosos, simplemente no había lugar, lista de espera, 20 o 30 minutos, no sé, el tiempo en este país es algo como subliminal, subjetivo... al final conseguí comer a las 2pm. un rico buffet brasileño con postre incluido.
 3pm. De vuelta a la calle, a la lluvia implacable, en la intersección con la calle Brigadeiro torcí hacia el sur, me interné de pronto en Jardim, una especie de Miraflores limeño, barrio tranquilo edificios muy altos y bonitos, sin comercios, anduve un par de kilometros cuesta abajo hasta toparme con la otra cara de SP: el parque Ibirapuera, que es como el retiro de Madrid o una mezcla del parque de las aguas con el golf de Lima. Lagunas con aguas danzantes, otras con cisnes negros y gansos y una selvática vegetación en medio de tamaña urbe, cosa que es de agradecer, un espacio de paz entre manifestantes, hinchas, helicópteros-taxi y jungla urbana.
5pm. Dejo de llover por fin, el cielo se había quedado color plomizo, las piernas me pesaban ya, salgo del parque y le pregunto al vigilante de la entrada si conoce un edificio con forma de melón cortado, se ríe (le falta un diente) y me indica con toda cortesía, como buen paulistano, que se encuentra en el barrio judío, muy cerca. Me dirijo al hotel Unique con la intención de tomarme una Caipirinha en su terraza, que cansancio, pero la vista lo vale, el vecindario es de lujo y también lo es ver el atardecer sobre el skyline de esta Nueva York sudamericana.
7.30 pm Antes de que caiga la noche por completo empiezo mi peregrinaje de vuelta, bus-metro-bus, puente que cruzo a pie con toda la plebe, estación Tieté, billete, bus a Campinas, asiento mullido, por fin! mis zapatos aun no se han secado, qué dolor de pies, el bus sale en hora, adiós multitudes, me llevo un poco de este espíritu caótico pero amable, así es Sao Paulo, un lugar vibrante...